Construirse la casa, seguido de Miradas a la naturaleza, de John Burroughs

John Burroughs (1837-1921) es un escritor apenas conocido en nuestras latitudes, aunque cercano a otros maestros más famosos, como Emerson, Whitman o el mismo Thoreau, integrantes todos del denominado movimiento trascendentalista norteamericano. Al igual que Thoreau, Burroughs mostró a lo largo de su vida un amor constante por la naturaleza y la vida natural: abandonó un trabajo burocrático en Washington y se instaló en los montes Catskill (sí, aquellos donde se desarrollan las fantásticas aventuras de Rip Van Winkle), con el propósito de vivir de la agricultura. Los dos textos que recoge esta edición de Olañeta (en la colección Centellas, traducidos y prologados por Fernando Ortega) son encuadrables, pues, dentro de esa «vuelta a la naturaleza» con la que sueñan hoy en día muchas personas cansadas de la vida en la ciudad. Al menos desde este punto de vista, los textos no han perdido su interés.

En Construirse la casa (en el campo, evidentemente) Burroughs nos ofrece una serie de consejos de índole estética que, paradójicamente, estriban en prescindir de lo estético. «Belleza negativa» es la expresión acuñada por Burroughs para referirse a su casa ideal. La «arquitectura» deberá reservarse para los edificios públicos, pues la casa particular solo debe ser fiel al «espíritu doméstico». Nada de aires pretenciosos ni añadidos innecesarios. El escritor, que  abomina de los tejados franceses y abuhardillados, de las torretas sin vistas y de las pinturas exteriores llamativas e inapropiadas, considera al viejo granero de tejado «inmenso» como un modelo insuperable. Nos confiesa Burroughs: «sólo satisface mi mirada la vivienda humana en la que la idea de belleza o de arte está enteramente absorbida y desaparece detrás de la de comodidad, calor y estabilidad, y no me hace pensar que una casa es bella, sino que es agradable y cómoda». En cuanto a los materiales para levantarla, el autor se decanta por la piedra «salvaje» (no tallada ni cortada), rechazando la madera: «con la madera, el cepillado y el aserrado, llegan los ornamentos de pacotilla y las decoraciones de pastelería». En la decoración interior, sin embargo, la madera es con mucho preferible a la pintura. Nos brinda el autor un interesante estudio de los árboles más convenientes para cada función: puertas, suelos, paredes… Nogales, abedules, arces rojos, fresnos o robles contribuirán así, desde el mismo corazón del hogar, a lograr ese ideal de sencillez, intimidad e integración en el entorno.

Miradas a la naturaleza, el título que completa el volumen, es un ramillete de breves apuntes o bosquejos de la vida en el campo: la nieve, las fuentes, las aves (Burroughs fue muy aficionado a la ornitología), señales y estaciones… Predomina en todos ellos la nota subjetiva y emotiva, que no quita la atenta observación de detalles ni la ocasional cita erudita. El eco de Thoreau resuena con fuerza en muchas de estas páginas, aunque sea en un tono menor… Es verdad que las ideas de Burroughs pecan en ocasiones de ingenuas, y que no nos depararán quizás demasiadas sorpresas; pero aún así serán leídas con agrado por todo paseante atento e ilustrado.

Reseña de Manuel Fernández Labrada

Acerca de Manuel Fernández Labrada

Libros, lecturas y reseñas saltusaltus.com
Esta entrada fue publicada en Ensayo y etiquetada , . Guarda el enlace permanente.

2 respuestas a Construirse la casa, seguido de Miradas a la naturaleza, de John Burroughs

  1. conirrostro dijo:

    Gran libro, mejor autor. Le he comprado hoy mismo un ejemplar a mi chica con motivo de su cumpleaños. Me encanta tu blog, lo he encontrado precisamente buscando este libro en google.

    Me gusta

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.